miércoles, 28 de marzo de 2012

Caminos separados

Sus noches ya no serán un solo abrazo, sus dedos no se tejerán entre los de ella, ni sentirán más el calor de su cuerpo. Sus labios no temblarán al sentir la humedad y suavidad de sus besos. Ya todo acabó, solo quedan fotos viejas guardadas en un oscuro rincón y recuerdos que el tiempo hará borrosos. El cansancio de pelear, palabras repetidas durante gritos y la decisión de separar sus caminos…
Los divorcios en Cuba han aumentado de forma “extraordinaria” y su índice casi se triplicó en las últimas décadas hasta alcanzar una proporción de 64 por cada 100 matrimonios en 2009, según un artículo divulgado por la revista Mujeres.
Datos del Centro de Estudios de Población y Desarrollo de la Oficina Nacional de Estadísticas indican que en 2009 hubo un total de 35.034 “sentencias firmes” de divorcio, para una tasa de 3,1 por ciento por cada 1.000 habitantes. El “pico más alto” tuvo lugar en 1993 con 6 por ciento por cada 1.000 habitantes -en plena crisis económica del llamado período especial cubano tras la caída del bloque socialista.
Muchas parejas en la actualidad se unen sin que medie ningún documento oficial teniendo en cuenta esta situación las cifras se incrementarían si quedaran registradas también las separaciones en estos casos.
En épocas pasadas las mujeres,  “aguantaban” sobre sus espaldas estereotipos machistas por conservar a la familia unida y en la mayoría de los casos, por su dependencia económica “se hacían las de la “vista larga” cuando eran víctimas de infidelidades, maltratos físicos y psicológicos y de la carencia del amor.
Marianela es una guajira de Manzanillo que al casarse vino para Santiago de Cuba, nunca trabajó porque su marido prefirió que se encargara de los hijos con la promesa que nunca le faltaría nada de lo que él pudiese conseguir con sus dos manos: “Han pasado casi cuarenta años desde que me fui de mi casa, no te imaginas cuántas veces he pensado divorciarme por maltratos verbales, humillaciones, traiciones con otras mujeres, pero me frena la idea al pensar cuál va a ser mi sustento si nunca he trabajado en la calle, mis padres murieron y ahora en la casa de Manzanillo viven mis hermanos con sus familias y si regreso sería un parcho mal pegado que para colmo hay que mantener, a las mujeres como yo no les queda otra que resignarse, por eso siempre alenté a mi hija a que no siguiera mi ejemplo y fuera dependiente económicamente de su esposo.”
Verónica es una mujer divorciada, ella tiene responsabilidades en su centro de trabajo y su esposo no entendió la extensión de sus horarios: “Los dos nos queríamos, pero todo se deterioró cuando empecé a llegar más tarde a causa de las reuniones o viajes a los que tenía que asistir por el mismo cargo que ocupo, no todos los hombres entienden que también puedes crecerte en tu profesión, en tu vida laboral y ante tantas discusiones e incomprensiones decidimos separarnos.”
Por otro lado, en muchas relaciones las carencias habitacionales inciden directamente. Para Norma Chacón la necesidad de una vivienda destruyó su primer matrimonio: “mi suegra estaba pendiente de cada paso que dábamos, cómo esa era su casa creía  que todo lo que pasaba dentro tenía que saberlo, no fueron pocas las veces que la sorprendí registrando nuestro cuarto. El espacio reducido y la llegada de dos pequeños limitó además nuestra intimidad porque dormíamos todos en la misma habitación, para tener relaciones sexuales esperábamos que estuviesen los niños bien dormidos, sin hacer el menor ruido, con mil precauciones que imposibilitaban, en ocasiones, el disfrute a plenitud.”
Yanet Matos, psicóloga médica afirma que a su consulta acuden muchas parejas que intentan buscar soluciones antes de llegar al fin matrimonial y pudiera decirte que a pesar de todos los estereotipos machistas que aún arrastramos las mujeres en la actualidad los aceptamos menos. Numerosas son las que no aceptan la infidelidad como pretexto, las que anteponen su vida social, las que deciden cuándo es el momento más oportuno para tener hijos, las que exigen compartir las labores domésticas. Hoy se ve la vida de otro modo, el amor también se acaba, y tanto el hombre como la mujer de estos tiempos se niegan a verlo como una carga pesada sobre sus espaldas o como tener que dormir con el enemigo. Lo ideal sería llegar a este final de la manera más civilizada y transparente, con todas las cartas sobre la mesa”.
Cuando decidimos unir nuestra vida a alguien más, esta otra persona se convierte en nuestro apoyo, amigo, confidente. Compartimos sueños, las esperanzas de construir juntos el mañana, pero existen casos que quedan truncos tantos anhelos por falta de tolerancia de los cónyuges, de diálogo, de saber ceder hasta llegar el punto medio, de sortear los escollos que impone la vida.
Sin que el matrimonio constituya un calvario ni agonía antes de romper definitivamente los lazos de unión sentémonos a la mesa de negociación, no en el palco de acusado o acusador, establezcamos diálogos sin gritos ni ofensas, escuchemos y entendamos distintos puntos de vista antes de dar sentencias categóricas, y así, quizás ese otro pecho que nos sirve de cálido refugio, esos besos tibios cada tarde, esa mano que te invita a caminar juntos por la vida se prolongue su existencia para siempre.

Óleo de la cubana


Cuando haya que pintar a la cubana de estos tiempos el óleo y el pincel tendrán que describir su magnitud con líneas y colores.
Habrá que mostrar sus preocupaciones de emanciparse, de progresar sin ataduras.
Cada matiz la reflejará lo mismo detrás de una conga que frente a un aula universitaria; manejando un tractor que abriendo un pequeño negocio como cuentapropista.
Tendrá que expresar en cada trazo a la que sabe ser amante sin ser esclava, que se siente reina pero no ostenta corona ni tronos, poseedora de un pecho inmenso para acunar a sus hijos y de un vientre fértil y pródigo.
No sé cómo lo logrará el pintor pero tiene que mezclarse en ella los sabores dulce y picante, sin el prototipo de una mulata sexy, sino una de todos los colores como lo es su propia esencia, incluso con esas libritas de más que el ajetreo diario no le permite bajar en gimnasios ni saunas.
La queremos tal como es, con su andar rápido, “picantosa” y sabia, con mil mariposas  en la mente, soñadora y luchadora. Con raíces hondas en su suelo, corajuda sin dejar de ser sensible.
El pincel deberá pintar en una sola mujer millones de rostros hacedores de amigos, fieles a ellos aunque los aleje la distancia  y el tiempo.
Y sus palabras tendrán un tono fuerte y jocoso. Sus lágrimas serán restregadas con fuerza por sus manos mientras su corazón indica que hay que seguir pa´lante y luchando...
Pobre pintor, deberá lograr que la mujer de su óleo tenga olor y sabor a Cuba.